ADELA CORTINA Catedrática de Ética y Filosofía Política. Universidad de Valencia.

   Estudiar, ¿Para qué? 

Por remesas vamos regresando a las aulas en este comienzo lluvioso de otoño: los niños de EGB, los chicos de BUP y FP, los universitarios. Primero los más pequeños, para que dejen tranquilos a los padres, después los medianos, que también dejan con su marcha un cierto alivio, y por fin los que ya viven de algún modo su propia vida. 

Pertenece el regreso a las aulas a ese ciclo académico, tan parecido al año natural, sólo que comienza y termina en otoño: apertura de curso, inicio de las clases -asignaturas nuevas, nuevas caras y caras conocidas- exámenes de diciembre, de febrero, fin de curso, suspendidos de septiembre, y vuelta a empezar un curso tras otro. Con una pregunta rondando que siempre queda en el tintero: estudiar, ¿para qué?

 Para que los padres no den la paliza, para ser "alguien en la vida", para sacar de una vez el título y pasar al paro, al MIR, a unas oposiciones perdidas de antemano porque los interinos llevan un montón de puntos, para ver si puedo ganar algo cogiendo naranjas, aceitunas o algarroba.

 En el mejor de los casos, una beca que garantiza cuatro años de respiro para buscar un puesto de trabajo. Porque, como decía Aranguren, las personas no queremos un trabajo, sino un puesto de trabajo. 

Pero, si no es la beca, no es estudiar lo que garantiza el puesto de trabajo, sino conocer a alguien, tener padrinos, estar en el lugar oportuno en el momento oportuno, en un kairós laboral. 

No lo tienen fácil las generaciones jóvenes. Y no es raro que, lo pregunten o no, sigan pensando: estudiar, ¿para qué? 

Hay una respuesta, además de todas las que tienen que ver con puestos de trabajo. Es una respuesta antigua, tan antigua como nuestra civilización: para saber más y, sabiendo, ser mejores y ayudar a otros a serlo; para conocer mejor los entresijos del mundo y, conociéndolos, crear una humanidad más justa y feliz. 

Claro que esto parece tener poco que ver con programas, cuatrimestres, evaluaciones, parciales, créditos teóricos y prácticos, actas y papeletas. Parece tener poco que ver con estudios fragmentados, porque cada fragmento ha crecido deforma increíble, y ya resulta difícil reconstruir con todos los fragmentos y desde cada uno de ellos la unidad de la persona. Y, sin embargo, esa unidad sigue latiendo en las venas de todos y cada uno de ellos y es 1a única que les da sentido, aunque ya los árboles nos estén impidiendo ver el bosque. 

También se puede aprender en la calle y a través de los medios de comunicación, quién podría negarlo. Pero el tiempo del estudio reglado y el también reglado esfuerzo es, por suerte o por desgracia, insustituible. Por eso para la antigua y casi nunca formulada pregunta, sigue habiendo una muy buena y casi nunca formulada respuesta.  ( Revista Vida Nueva. )