Consiste en
juzgar las cosas de hoy en razón del valor que concedemos a su origen o
desarrollo. Es incomprensible que a Carlos le hayan concedido
el Premio Nóbel de Física. Fuimos juntos al colegio y era el más
tonto de la
clase. No es posible que esa computadora
funcione bien. La ha montado un chino en una lonja del rastro. ¿Cómo puede decir Domínguez que es
socialista si su padre hizo la guerra con Franco? La afirmación sobre cómo nacen o cómo eran las cosas en el
pasado no tiene absolutamente nada que ver con el juicio que nos merezcan los
méritos del presente. Está bien explicar el origen y desarrollo de una persona,
idea, o institución, como quien hace historia o analiza la evolución de una
enfermedad, pero está mal basar las valoraciones del presente en las del pasado
cuando éstas no son relevantes. Muchas cosas nacen torcidas o son frutos de
errores, casualidades, traumas infantiles o conflictos de clases sin que el
juicio que nos merezca su origen sea trasladable a la opinión de hoy. — ¿Cómo puedes ser tú libre si tus padres
no lo eran? — Tampoco eran púgiles, y sin embargo yo lo
soy. Antístenes.[1] Es una maniobra cómoda para evitar la lidia con la idea en
sí. Juzgar los méritos de hoy por los
defectos de ayer constituye una variedad de la Falacia de Eludir la cuestión y, cuando se refiere a personas, una
Falacia ad hominem. Constituye, además,
una flagrante Petición de principio: En
efecto, la falacia genética parte de un supuesto falso que se da por bueno.
Por ejemplo: Quienes no destacan en el colegio, no
destacarán en la vida. Los hijos de los franquistas son franquistas. |
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Revisado:
mayo de 2005 |